viernes, 26 de septiembre de 2008

Grupo 13 : "DESENCUENTROS ENTRE PRÁCTICAS ESCOLARES Y VIVENCIAS FAMILIARES"

"DESENCUENTROS ENTRE PRÁCTICAS ESCOLARES Y VIVENCIAS FAMILIARES"

Fuente Web: http://revista.inie.ucr.ac.cr/articulos/2-2002/archivos/desencuentros.pdf

Análisis Critico de grupo 13:


La escuela al igual que la familia, mantiene un fuerte peso en la educación y formación del ser humano. Conocer los posibles canales de comunicación entre estos dos agentes de socialización permite buscar soluciones en la desconexión entre ambas. En este sentido el artículo pone de manifiesto un fenómeno relevante al dilucidar las dicotomías que se encuentran entre el traspaso dado por la educación familiar y el rígido régimen que caracteriza a la institución escolar occidental.

Como señala el autora hay muchas pérdidas en el nivel de las practicas culturales que se excluyen dentro del sistema escolar, al configurar una disciplina homogénea basada en una jerarquía, donde el docente asume el papel principal de transmisión cultural. Por otro lado, la tarea implícita de la escuela de instruir en aquellas herramientas que la cultura dominante considera como esenciales para el desarrollo de las competencias futuras, también conlleva la pérdida de valores, que como se señala en el artículo, son más valorados por los estudiantes, pero que sin embargo se esfuman o tensionan dentro del erguido ambiente educativo. Por ello no es extraño que la autora señale que diagnósticos como “problemas de aprendizaje”, “atrasos en el desarrollo” o “deficiencias para el aprendizaje”, que en concreto se traducen o interpretan como un fracaso escolar, más bien vendrían dados por la discontinuidad creada entre la familia y la escuela, que por problemas personales.

En este sentido, se propone que “la escuela como institución, tiene que renovar sus practicas, hábitos y costumbres, para construir experiencias equitativas y solidarias” .De manera que se compartan y fortalezcan canales que faciliten la incorporación de los procesos de socialización dados por la familia a la escuela. Los cuales, si tomamos el concepto de Habitus de Bourdie son: “condiciones de existencia diferentes que expresan las diferencias objetivamente inscritas en las condiciones de existencia bajo la forma de sistemas de variaciones diferenciales, que funcionan como unos estilos de vida”.


Sin embargo, con todo, habría que preguntarse si el sistema educativo esta preparado para el cambio, mas allá de las experiencias buenas que se señalan en el articulo, ya que hoy debido a los cambios producidos dentro de la sociedad contemporánea se hace difícil, sobre todo en chile, que tanto los padres como la familia en si se involucren en estos procesos, razón que se ve en la carga, cada vez mas grande, que tienen que llevar el profesores en las aulas debido a la irrelevancia que esta tomando el papel de la familia.





3 comentarios:

  1. La propuesta de la autora del articulo puede ser ampliada desde la teoría marxista hacia un nivel más macro, y no reducir el análisis solo en la educación, sino que incluirlo dentro de una conjunto de elementos, a los cuales Althusser llamó aparatos ideológicos del Estado (AIE). Entendidos estos últimos como “cierto numero de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones destintas y especializadas”(1). Estas instituciones a través de la ideología- y la violencia como método secundario y extremo- impone formas de comportamiento, normas de control, estilos de vida, gustos, formas de educar, etc.
    Cabe mencionar que los AIE son resultado del sistema de producción imperante en la sociedad, el capitalismo. La función que estos cumplen es reproducir, traspasar de una generación a otra, una ideología que justifique el modo de producción, es decir las relaciones de explotación capitalista.
    Althusser da a la escuela el lugar principal dentro de lo AIE, puesto que “ningún otro AIE dispone de tantos años de la audiencia obligatoria, 5 a 6 días a razón de 8 horas diarias, de formación capitalista”(2). Es en la escuela en donde los niños aprendes ciertas habilidades recubiertas por la ideología dominante (ciencia, cálculo, historia), o la ideología en estado puro (moral, instrucción cívica, filosofía).
    Es preciso mencionar que los AIE son “sostenidos” por la infraestructura económica, estos siempre determinados, en ultima instancia, por las fuerzas y relaciones productivas. Tomando en consideración el punto de vista de Althusser seria necesario modificar el andamiaje completo de la sociedad para producir una educación que no este enfocada hacia la perpetuación del modelo capitalista, y que se haga cargo del desarrollo de las potencialidades individuales de los individuos.
    Consideramos que es difícil que el sistema escolar en Latinoamérica y en chile en particular, pueda ser modificado y adquirir una orientación mas pluralista e integral, pues para que esto ocurra se debe dar un cambio estructura la nivel social que cuestione el sistema de producción capitalista.
    Según Jurgo Torres, en su libro Educación en tiempos de neoliberalismo, plantea que las promesas de las opciones neoliberales y conservadoras ocultan mucho más de lo que dicen y prometen. Estas opciones están intentando convertir el sistema escolar en un mercado; defienden y pretenden imponer un modelo de sociedad en donde la educación acabe reducida a un bien de consumo más.
    Vemos así, que mientras existen intenciones que promueven una educación verdaderamente pluralista e integral donde exista menos autoritarismo y mayor comunicación entre maestros-alumnos-familia, el sistema neoliberal se apropia cada vez más del sistema educativo sin intenciones de modificarlo
    Desde la experiencia latinoamericana encontramos puntos concordantes con lo que Analiza Cordero, desde la educación brasileña, Freire propone que la actividad pedagógica debe proponer frente al individuo una educaron que lo coloque en dialogo constante con el otro, que lo predisponga a constantes revisiones, a análisis críticos de sus “descubrimientos”, a una rebeldía, en el sentido mas humano de la expresión”(3). Para este autor la educación no debe solamente rescatar los aspectos culturales de los individuos, sino que estos deben cuestionarse en pos de una actividad crítica que lleve a una sociedad más democrática. La educación debe ser un “intento constante de cambiar de actitud de crear disposiciones democráticas a través de las cuales el brasileño sustituya hábitos antiguos y culturales de pasividad, por nuevos de participación e ingerencia”(4).
    Si bien desde este punto de vista pareciese que se está a favor de las prácticas tradicionales del sistema educativo, como los son la introducción de valores, de practicas de disciplinamiento en contra de los patrones culturales provenientes desde los alumnos, Freire nos señala que solo es necesario el cuestionamiento de estos, la dinamización, el ponerlos en duda según estos respondan a la resolución de los problemas de pasividad e indiferencia.
    Nosotros destacamos el concepto de continuidad-discontinuidad, ya que es apropiado para la revisión de la situación chilena.

    “La discontinuidad que el niño o la niña vive en la escuela no es producto de su incapacidad para aprender, sino que es un problema del sistema educativo formal, el cual, no logra integrar la riqueza cultural que se trae.”(5)

    Ejemplificando lo anterior encontramos el caso que sufre la etnia mapuche. Los niños en cuanto ingresan al sistema educativo son sometidos a prácticas occidentales que no valoran su cultura y subjetividad, como por ejemplo la imposición de la religión católica y el no respetar los acontecimientos históricos de su cultura los que no son considerados, además de no permitir que dentro del colegio puedan hablar en su lengua. Es así como se van rompiendo los patrones culturales que los niños traen de su hogar para moldearlos a un prototipo de individuo que resulta más apropiado para el sistema social occidental el que tiende a anular la diversidad en pos de la homogenización de todos los individuos. Similar es lo que señala la autora cuando afirma que el sistema educativo costarricense presenta una inadecuada integración de grupos étnicos diferenciados, perdiendo con ello importantes recursos culturales.

    No obstante, vemos que en la realidad chilena, muchos casos no se ve tan claramente el quiebre entre la familia y el ingreso a la educación formal, puesto que la primera también esta constituida por individuos que formaron parte del sistema educativo fuertemente autoritario y homogenizador, con toda la carga que ello conlleva. Por lo que muchas veces la familia inicia un proceso de socialización que es completado por la escuela, no existiendo quiebre sino continuidad y refuerzo de los patrones culturales y personales que son valorados en nuestra sociedad.
    En definitiva el discurso de la educación chilena esta en la línea de lo planteado por Durkheim, en donde la educación Tiene por objeto el suscitar y el desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él tanto la sociedad política en su conjunto como el medio ambiente específico al que está especialmente destinado.” (Durkheim, 1975). No permitiendo que se desarrollen nuevas practicas pedagógicas, elimina de la sociedad prácticas que no sean necesarias, que no cumplan una función de desarrollo o crecimiento económico dentro de esta.
    En cuanto a un cambio en el sistema educacional, nuestro pensamiento se remite a lo planteado por J. Torres.
    "...Comprometerse con una concepción de la educación auténticamente liberadora y optimista conlleva la necesidad de dotar a la sociedad de mayores poderes, algo que tiene que contemplarse dentro de un proyecto político de reforzar la democracia. Para ello es importante facilitar muchos más medios a ciudadanos y ciudadanas para formarse y de esta manera poder hacer frente a las manipulaciones que aquellos colectivos económicos con mayor poder tratan de llevar a cabo para reproducir las condiciones actuales que les están permitiendo incrementar de manera vertiginosa sus riquezas y privilegios..."(6)

    NOTAS
    (1) Louis Althusser, ideología y aparatos ideológicos del Estado. 1970
    (2) Ibíd.
    (3) Paulo Freire. Educación versus masificación.
    (4)Ibíd.
    (5)M.Sc. Teresita Cordero Cordero, DESENCUENTROS ENTRE PRÁCTICAS ESCOLARES Y VIVENCIAS FAMILIARES.
    (6)Jurjo Torres. Educación en tiempos de neoliberalismo.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. La importancia que posee la escuela -al igual que la familia- dentro del proceso de formación de los sujetos es indiscutible. Si bien es en la familia en la que recibimos la primera instrucción, y en donde adquirimos en primera instancia la base valórica sobre la cual nos moveremos posteriormente, en la actualidad comienza a postularse la iniciativa de que la educación también sea “en valores”, de tal manera que se incluya integralmente otros aspectos de la formación en la sala de clases, más allá del conocimiento instrumental. Asimismo, cada vez con mayor frecuencia aquellos aprendizajes que antes fueron exclusivos de la familia como núcleo socializante se han trasladado hacia otras esferas, a menudo instituciones especializadas, que no necesariamente incluyen a la familia, como la escuela en este caso. La importancia que aún mantienen los vínculos, ó los canales comunicativos entre la familia y la escuela, sigue siendo tema digno de destacar. Es sabido que existe un conflicto permanente entre ambas esferas, por ser un terreno de constantes contrastes, a varios niveles, sobre todo, como señala el artículo, entre las prácticas dentro de la escuela y las experiencias y costumbres dentro de la casa. Cabe mencionar aun así otro factor, que dentro del proceso de socialización se torna relevante debido a la influencia que genera, y que también se encuentra presente de manera significativa en la institución educativa: el grupo pares, elemento que posee un peso indiscutible en la construcción de la experiencia dentro de la escuela. El panorama de conflictos que encontramos dentro del aula se complejiza entonces al integrar este elemento, ya que no tan sólo vemos a los estudiantes como seres individuales y unidimensionales enfrentados a una institución jerárquica y disciplinaria, sino que existe un constante ir y venir de información, una constante interacción entre los aprendizajes adquiridos en las distintas esferas de socialización (casa-pares-escuela), y por tanto, no se trata tan sólo de que los estudiantes, cuando llegan al colegio, prácticamente dejan en la puerta lo que han socializado y experienciado en la casa, y se presenten como una tabla rasa frente a lo que se les entrega en el aula. De esta manera convergen las distintas experiencias de todos y cada uno de los alumnos en sus casas, el cómo la comparten con sus pares -además de la vivencia y las prácticas educativas- y el traspaso que pretende realizar el docente, cuyo rol cada vez se ve envuelto en una serie de tareas que transforman al profesor en protagonista dentro del rol del traspaso cultural.

    Como cualquier otra institución que opera organizadamente, la escuela también posee sus propios requisitos, normativas y códigos con los cuales opera interiormente, y en relación con el entorno. Se entiende además que la escuela es una institución altamente compleja y diferenciada, con ordenamientos específicos y es por esto que, en ocasiones (excluyendo muy pocas en honor a la verdad) las familias en general -y los estudiantes en particular- se encuentran frente a una infinita pared burocrática, que resulta prácticamente imposible franquear para establecer cambios radicales. Como consecuencia, no es posible pretender que se establezca un ambiente radicalmente permisivo, aún cuando quiera integrársele las nociones de diversidad y tolerancia (y se dé en mayor o menor medida esta integración), pero sí es posible (re)pensar la escuela como un lugar mucho más inclusivo respecto de las propias conceptualizaciones de quienes pasan por ella -entendiendo que existen distintos tipos de saberes y discursos generados por los actores- , ya sea en calidad de estudiantes o como apoderados, con diferentes experiencias cotidianas, creencias, expectativas; en definitiva, con diferencias culturales.

    La escuela posee un rol homogeneizador (en cuanto al discurso de la igualdad de oportunidades y establecimiento de las mismas bases para todos, por ejemplo), y además, pretende diferenciar meritocráticamente a quienes pasan por sus aulas, ó bien crea la ilusión del premio de acuerdo al mérito (aunque sabemos que el que triunfa es generalmente aquel que viene ya con el sello impreso desde la casa). La educación como la conocemos hoy en día se desarrolla en función de las exigencias del entorno – o del mercado específicamente-, ya que prepara a los individuos para las “exigencias” que deben cumplir a posteriori en los diversos roles que habrán de desempeñar en el mundo laboral. Desde esta lectura, la escuela no cumple una función humanista de aspiración a valores morales universales, ó de ilustración de sus estudiantes, sino de instrucción técnica, en donde el conocimiento adquirido es dirigido hacia las exigencias que los alumnos habrán de cumplir dentro del marco laboral. Por tanto, difícilmente es posible aspirar a una educación diferenciada, que incluya conceptos de subjetividad dentro de sus procesos educativos o del Habitus que pretende inculcar, ya que su prioridad no es el estudiante en cuanto ente portador de tal subjetividad, sino cómo éste ha de responder al parámetro normativo en el “mundo real” al que se ve enfrentado posteriormente en el trabajo, por ejemplo.

    Se entiende que muchas veces, sino la mayoría, la escuela es leída como un régimen rígido, con instancias burocráticas y que es posible apreciar ahí los resabios de lo uniforme, de lo jerárquico, del ente disciplinador, aunque, a pesar de aquello, una visión optimista nos señalaría que cada vez con mayor fuerza los estudiantes han ido ganando espacios dentro de las instancias de diálogo de sus escuelas, integrando también aspectos del pluralismo que muchas veces son olvidados. Es innegable que las diferencias socioeconómicas entre colegios (como entidades privadas) y liceos (como lo más accesible) producen también elementos sustanciales en la realidad escolar. En colegios privados por ejemplo, quizá el sistema ya no es tan rígido e infranqueable y la autoridad ya no tan marcada. En este sentido, el problema se mueve dentro de los márgenes culturales (creencias, expectativas, valores) que encontramos dentro de los colegios, transformándose la escuela en una extensión del hogar, privilegiando a aquellos que ya poseen las herramientas y los recursos, en resumidas cuentas, el capital cultural. Se está prácticamente predeterminado desde la cuna, donde el sello del GSE al que corresponde el estudiante, los títulos profesionales de la familia, las posesiones “intelectuales”, la capacidad de uso de tecnologías, etc. marca la vida académica posterior, escogiendo por ellos el colegio, el grupo de amigos, la universidad, e inclusive la carrera. Por esto es fundamental incluir en este análisis el componente socioeconómico. La forma como los individuos perciben el mundo está ligado a su posición social. ¿Qué sucede con aquellos cuya fatalidad es la deserción escolar por no dar la talla? ¿Cuándo vendrá para ellos el fortalecimiento de aquellos canales que han de cambiar los parámetros normativos rígidos con los que chocan en la escuela?

    Si bien el ideal es y siempre ha sido el incluir a las familias dentro del proceso de formación, se entiende que aquel rol no ha sido muy bien definido, ya que para que los padres cumplan una función que vaya más allá del simple apoderado que asiste a reuniones y paga cuotas falta mucho. Tampoco existe por parte de las familias un interés que vaya más allá y que realmente se involucre en la formación escolar de sus hijos. Es esta discontinuidad entre la casa y la escuela la que provoca el “fracaso escolar” en últimos términos. Involucrar más a los padres en la tareas académicas, conlleva instaurar también en ellos las herramientas necesarias para participar activamente como padres proactivos/propositivos dentro de la educación de sus hijos. ¿Qué sucede en aquellos casos en donde las necesidades primarias obligan a los padres a trabajar jornadas extenuantes, como es el caso de un porcentaje elevado de la población, y cuando la escuela -y la educación de los hijos- queda relegada a los niveles menos privilegiados de la escala de prioridades? Se necesita, por tanto, cambios transversales, y estamos lejos de aquellos. Además, el asunto acá está por verse en el tema de qué tan grandes o importantes serían los espacios concedidos a la expresión de la subjetividad de los alumnos y de sus familias, pretendiendo que este espacio trascienda a una jornada de un día donde los alumnos canten hip hop y los papás asistan al show como “solución a las situaciones de desconexión”.

    Ahora bien, que aquellos ideales límites no se correspondan con la realidad, es otro tema. La problemática al final de cuentas entre los contrastes entre la casa y la escuela radica en la posibilidad de encontrar equilibrio entre ambas esferas, de modo tal que se complementen y tengan una participación proporcional y significativa una en la otra, ya que el centro de la problemática es la desvinculación entre los conocimientos y las praxis sociales. Cuales serían las medidas para superar el nivel discursivo del enunciado “más equitativo y solidario” es un tema digno de análisis por separado. Los aspectos culturales se entienden como parte de la subjetividad, por tanto, siempre resulta trascendental conocer las propias conceptualizaciones de los actores envueltos en el proceso educativo, y para esto, es fundamental establecer la fluidez y eficacia de los canales de comunicación existentes entre la escuela y la familia. El cómo lograrlo, es lo que aún no se ha resuelto.
    -----
    off/

    ResponderEliminar